OBJETIVOS DEL BLOG LA NACION CUBANA

El objetivo de este blog es servir como un foro de abierta y libre discusión de mi parte, la de mis amigos, colaboradores y de todos los cubanos y descendientes de cubanos, de dentro y de fuera de Cuba que estamos interesados en ayudar a completar el Proyecto de Nación que todavía es nuestra querida patria.

Asimismo invitamos a colaborar con ideas, sugerencias, análisis y teorías críticas, sociológicas, jurídicas, politícas, culturales y filosóficas, a todas aquellas personas que sin ser cubanos aman profundamente la libertad humana, la igualdad, la equidad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y la condición humana, las libertades civiles, y están en contra de todo tipo de hegemonismos y supremacías políticas, económicas, raciales, culturales, religiosas o de género.

Cuba busca desesperadamente 133 años después de Baraguá, caminando ya el segundo decenio del nuevo siglo 21, alcanzar el sentido y contenido de nación que comenzó Antonio Maceo en su gigantesca protesta de cubanía y luego desarrollara José Martí. Ambos querían una Cuba racialmente integrada y hermanada, una Cuba "con todos y para el bien de todos", una sociedad de libertades humanas, de tolerancia y respeto entre los cubanos, una Cuba sin hegemonías que fuera no sólo democrática, sino también incluyente y llena de equidad.

La idea Maceista y Martiana de Nación, en la que hubiera una distribución de la riqueza nacional racionalmente distribuida, en donde todos los cubanos pudieran acceder a la propiedad, sin distingos de raza, color o clase social, y en donde desapareciera la intolerancia y los grupos privilegiados con poder político permanente y control económico eterno, sigue siendo un Proyecto, un gran Sueño, un Reto a alcanzar.

Tanto Martí como Maceo eran anti-hegemonistas, anti-totalitarios, ambos eran liberales radicales, humanistas de primerísimo orden y amantes de la justicia social a todo trance como lo demuestran sus vidas, y digo demuestran, pues parece que siguen viviendo entre nosotros.

El Proyecto de Nación iniciado en Baraguá (1878) se malogró en 1898, lo hicieron trizas en 1912, renació en 1933 para languidecer entre 1944-52 y fenecer en 1952.

Ese proyecto cobró nuevas y renovadas esperanzas en 1959 para irse defuminando poco a poco hasta morir sin remedio en 1980.

Les damos hermanos la bienvenida y ojalá se cumplan nuestros objetivos y propósitos a la mayor brevedad posible.



jueves, 25 de agosto de 2011

EL FAMELICO FAVOR DE Silvio Rodríguez HACIA LOS CUBANOS   

El internacionalmente conocido canta-autor cubano, Silvio Rodríguez ha declarado que en su opinión, Fidel Castro es “el Padre de la Patria” de Cuba. En mi opinión el influyente músico cometió un imperdonable acto de desprecio hacia los cubanos y hacia la historia de nuestro país.
Parece ser, en opinión de Silvio que la mayor de las islas del Caribe hubiera sido descubierta en los años 50 del pasado siglo 20, y que antes de la llegada de Fidel Cuba era un país sin historia y sobre todo sin la gloriosa historia de rebeldía, coraje, pasión humana y dedicación por alcanzar la libertad humana que escribieron decenas de miles de hombres y mujeres desde la conspiración de Aponte, la Protesta de Baraguá, el Manifiesto de Montecristi, la invasión de Oriente a Occidente, las jornadas revolucionarias de los años de 1930, etc, etc, por sólo mencionar algunos hechos sobresalientes.
Silvio olvidó o parece desconocer que el General Antonio Maceo y que José Martí han sido los dos más grandes revolucionarios de la historia cubana y los dos más grandes patriotas de la historia cubana en contra del colonialismo español, del naciente imperialismo norteamericano, contra la esclavitud, contra el racismo y la discriminación racial, a favor de la  igualdad entre todos los cubanos y en aras de lograr una República democrática incluyente de “con todos y para el bien de todos”.
Decir que Fidel Castro es el “Padre de la Patria” es como si Silvio dijera que el presidente de Venezuela Hugo Chávez o que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, son los “Padres” de sus respectivas patrias.
Yo pudiera y puedo, en aras de ser consistente con mi convicción de respetar el derecho de los demás a la libre expresión y a la libertad de opinión, sin que medien represalias o represiones  para el que opine diferente a mi. Admitirle a Silvio que exprese su amor romántico hacia Fidel, que se alegre y firme un documento a favor del fusilamiento de tres jóvenes negros que deseaban vivir en Estados Unidos al intentar robarse una lancha, puedo soportarlo y hasta debatirlo con él, si existiera la oportunidad democrática de hacerlo, pero me resulta muy difícil no irritarme ante un insulto hacia el pueblo cubano, al cual orgullosamente pertenezco debido a mis raíces mambisas y patrióticas, porque decir que Fidel Castro es el “Padre de la Patria” es un insulto a toda nuestra historia.

Ivancesar80@hotmail.com          

  

miércoles, 29 de junio de 2011

¿Existe realmente alguna solidaridad entre blancos y negros en Cuba?

Para muchas personas resulta más fácil expresar solidaridad en abstracto que darla en concreto y hacia personas conocidas o que conviven diariamente en su propia sociedad. A veces resulta importante declararse solidario con los marginados, con los muy necesitados, con aquellos que padecen penurias económicas, sociales,o de cualquier otra índole. En ocasiones es fácil hacer discursos conmovedores, canciones, poemas, cuentos y novelas, expresando “amor universal”. Pero algo bien distinto es demostrar real solidaridad , cuando ello acarrea riesgos y peligros para el status económico o político que se tenga.
Muchas veces encontramos que la necesaria solidaridad que el vecino, el “amigo” del barrio o el que te ayudó alguna vez , necesita de ti, no la encuentra, mientras oye de ti expresar de mil maneras tú solidaridad con los que sufren.
Por tanto, pretendo explicar como en Cuba ha sido siempre complicada y lo es cada vez más, la solidaridad cotidiana entre muchos ciudadanos blancos hacia sus supuestos compatriotas de piel oscura o llamados afrodescendientes. Es precisamente esta solidaridad sencilla entre gente que debían ser “hermanos”, lo que mide  y dice quién es y quién no es solidario, quién o quiénes  han  apostado a la demagogia y quiénes de verdad se unen y solidarizan en la lucha por la dignidad humana del “otro” y quiénes no.
En este trabajo tiene como tema central , el examinar como  en Cuba el histórico y presente  poder absoluto detentado por los hombres blancos y aquellos que han sido co-optado como tales por las élites, nunca se ha interesado, ni se interesa en lo más mínimo por las tragedias, alienaciones, conflictos, marginaciones, depravaciones, humillaciones, desprecios, falta de promoción social y desarrollo socio-ambiental.
La falta de perspectivas y de un verdadero futuro de bienestar económico y social y de participación política de las personas de “color” en Cuba, tampoco es una  preocupación para las élites, sus acólitos y todos aquellos que miran con indiferencia la vida de sus “otros compatriotas”.
También quiero analizar como ese mismo poder sectáreo, hegemónico y demagógico, pretende a cada instante erigirse en el gobierno de todos los cubanos independientemente de la raza o sexo de los ciudadanos, al mismo tiempo que en muchas ocasiones exige ser el gobierno de los cubanos que viven fuera de la isla, aunque esto sea solamente para arrebatarles, por la via sentimental,  es decir, la ayuda a sus familiares en la isla,las divisas que ganan con mucho sudor y trabajo.
Este gobierno de “todos”, con su estructura estatal monopólica y totalitaria, no tiene ni ha tenido jamás en su agenda el darle verdadera solución a los problemas de discriminación racial, prejuicios raciales y de una ideología supremacista blanca que sufren los millones de “ciudadanos” de tez oscura en la isla.
Como toda la comunidad internacional conoce, y el gobierno cubano también, al menos sus minorías ilustradas, la existencia del Racismo, la Discriminación racial y los Prejuicios raciales, constituyen un hecho social de gran relevancia, magnitud y gravedad, y su existencia misma, engendra un clima de permanente abuso y violación del derecho de las personas a llevar una vida digna y plena, además de ser una enorme injusticia y una forma permanente de explotación y degradación humana.
Todos sabemos, o casi todo el mundo sabe, que el Racismo y la Discriminación racial crean,entre las personas que lo sufren grandes temores, inseguridades personales, una persistente vulnerabilidad física, psicológica y material, así como problemas psico-afectivos-emocionales. Se conoce por reconocidos estudios que la discriminación racial no siempre es “abierta”, “directa”, “fácilmente detectable”, y que muchas de sus víctimas no siempre están preparadas para concientizar de que son tratados de forma diferente al resto de la población, que son profundamente discriminados y mutilados socialmente y de que están siendo diariamente victimizados y cosificados por el poder supremacista.
El Racismo en Cuba , como también sabemos, está asociado al color de la piel como elemento fundamental y a los rasgos físicos de las personas, y que este racismo fenomenológico, opera a todos los niveles de la estructura político-social del país, independientemente de las “intenciones” y “buena voluntad” particular de algún o algunos miembros de la élite crean tener.
La permanente hostilidad racial y los intocados y más bien exacerbados prejuicios raciales contra las personas no consideradas como blancas, están muy esparcidos e infiltrados dentro de todos los escalones de la sociedad cubana. Ninguna política ha sido erigida para contenerlos, lo cual hace muy difícil o casi imposible para un miembro del grupo social negro-mulato (afrodescendiente o de la raza de  color),  escapar de esta situación que les acorrala, coerciona y exorcisa.
Las características sociológicas y de poder que tiene la sociedad cubana están vinculadas a un instintivo gusto por, proclividad y aceptación hacia el etnocentrismo, el autoritarismo, el totalitarismo, el nepotismo ideológico y la creación de castas y dinastías blancas.
Por tanto, podemos entender con facilidad que el Racismo no es algo que sea innato, tampoco engendrado por cuestiones estéticas, éticas, psicológicas  o culturales, sino precisamente por algo mucho más vulgar y práctico, es decir, adquisición de riquezas y mantenimiento de esas riquezas adquiridas a través de la construcción social de un poder hegemónico y totalitario,  que se justifica con la creación de una ideología de supremacía racial.
Así pues, puede afirmarse sin temor a ningún tipo de equivocaciones, que el Racismo es una acción social depredadora contra otro u otros grupos sociales que  han sido racializados desde la fuerza  del poder, y  a través de la ideología de supremacía racial blanca,se pretende dominar a  todos los grupos subordinados , coercionados, racializados e inferiorizados como seres humanos, por el resto de los tiempos.
Una de las más patentes muestras de la vigencia integral del Racismo en Cuba, puede verse claramente en la actitud de la mayoría de los líderes políticos blancos  del sistema cubano, de los intelectuales blancos, los artistas blancos, quienes guardan un absoluto silencio, casi conspirativo y cómplice sobre el problema racial cubano y el desarrollo creciente del movimiento nacional anti-racista.
La indiferencia, el desinterés de este tipo de personas, cubanos que presumen en muchos casos de gran humanismo, convierte este silencio en algo de una notabilidad impresionante.
Ni el nuevo gobernante cubano Raúl Castro, ni su vice Machado Ventura, ni la hija del gobernante, Mariela Castro que tanto habla de beneficios para el movimiento “gay” y transexual, ni el ministro de Cultura, Abel Prieto, ni el de Relaciones Exteriores , Bruno Rodríguez, para citar los más relevantes, se han manifestado abierta y decididamente en contra del Racismo en Cuba, su pronta solución, la toma de medidas urgentes, de leyes anti-racistas y anti-discriminatorias, para acabar con esta indignidad anti-humana que aún existe contra el 65 o el 40 porciento de la población cubana (de acuerdo al censo y las estadísticas que se sigan) que tanto ha batallado y sufrido por la “revolución”.
Ellos, más que los demás debían estar en la vanguardia, día a día en la televisión, en la radio, en la prensa plana, en las universidades y pre-universitarios, en las secundarias básicas, ejerciendo su poder totalitario “humanista” a través de una “Batalla de Ideas” interna en contra de esa lacra inhumana que es el Racismo.
Por otro lado, personalidades como Silvio Rodríguez, Alicia Alonso, Amaury Pérez y otros muchos más, junto a intelectuales, escritores, artistas, teatristas, cineastas y académicos blancos, debían todos hacer causa común en la lucha contra el Racismo.
La pregunta de Perogrullo sería ¿por qué ninguno de estos grupos que he mencionado se compromete en la lucha por los derechos civiles, económicos y políticos de la población afrodescendiente?
La respuesta podría ser que en realidad el creciente movimiento anti-racista que en Cuba se ha venido esparciendo por barrios, ciudades y comunidades de todo el país, no existe, es completamente invisible, no deseado o completamente irrelevante para estos grupos de la élite blanca “socialista”.
Entonces la otra pregunta es: ¿Realmente en Cuba existe un país solidario? (sabemos que Nación no hay y hay que empezar a construirla). ¿Hay algún tipo de solidaridad entre blancos y negros? ¿Y si hay alguna, cómo se manifiesta?
Ivancesar martinez

    


Los fundamentales criterios de Zurbano

Quiero a través de mi blog "La Nación Cubama" dar a conocer este trabao realizado por un joven intelectual , ensayista y crítico lietario cubano, quien trabaja en la CASA de LAS ANERICAS de La Habana.
Este joven afrodescendiente, Roberto Zurbano, ha estructurado una visión del problema racial que Cuba vive hoy, y a lo que tienen que enfrentarse a diario las personas de piel oscura de su generación y de las otras generaciones de cubanos de piel oscura que viven en la isla.
Zurbano no se queja, porque como decía Frantz Fanon, "la queja es la prostitución del carácter". Zurbano no sólo critica con objetivad y dureza racional sino que propone soluciones, abre puertas humanistas y conciliadoras, analiza diferentes esencias del problema y nos lleva al mundo real de las vivencias cotidianas, estratégicas y futuras de ser hoy negro o afrodescendiente en Cuba.
Su ensayo me parece paradigmático por su esencia integradora, humanista, vindicadora y politicamente vinculado al futuro inmediato y de medio plazo de la Nación cubana.
Este es mi criterio. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

ivancesar martinez

CUBA: DOCE DIFICULTADES PARA ENFRENTAR  AL (NEO)RACISMO O DOCE  RAZONES PARA ABRIR EL (OTRO) DEBATE

(En 1812 se sucede el horrible asesinato de José Antonio Aponte, considerado el primer cubano en revelarse contra el gobierno colonial español. En 1912 ocurrió la matanza de centenares, quizás miles, de militantes del Partido Independiente de Color y…nos estamos acercando al 2012. El doce es un número que tiene otras cábalas en la historia cubana, pero yo quiero, con este texto de 12 cuartillas, exorcizar los malos augurios que señalan al 2012, también, como un año fatal para los negros cubanos y esta es, ni visionaria ni apocalíptica, mi propuesta revolucionaria).

En Cuba, para cualquier afrodescendiente, afrocubano o negro cubano – confieso que tales definiciones las trato con toda relatividad y pertinencia- es una gran oportunidad participar del proyecto de la Revolución, cuyas virtudes mayores han sido, por una parte, su radicalidad al lado de los pobres de la tierra y, por la otra, su paternalismo con tales sujetos. Paradojas como estas se encuentran en el largo camino andado por una Revolución que signa cuatro generaciones, donde el debate sobre las problemáticas raciales se asume desde posiciones vergonzantes, desde espacios muy cerrados, marcados por una timidez dialógica y propositiva, junto a la falta de perspectivas políticas que adviertan su peligrosa futuridad; situación poco propicia para  socializar las investigaciones, discusiones y conocimiento acumulado en las últimas décadas por un grupo de especialistas, líderes sociales y pensadores con vocación política que no han podido hacer públicas sus propuestas de trabajo y sus experiencias comunitarias, pedagógicas o comunicacionales,  ni siquiera pensar en su posible sistematización.
Me permito apuntar dos cuestiones de principios en este análisis.
 Primero: Asumo que estas discusiones expresan la urgente necesidad de nuestras comunidades negras y de una buena parte de la población, así como  una nueva etapa –menos indiferente, aunque aun poco receptiva- de las instituciones sociales y políticas cubanas que deben pronunciarse y enfrentar las problemáticas raciales heredadas y producidas por nuestro proyecto social revolucionario. Este principio no debe convertir el debate racial en rehén del diferendo Cuba-Estados Unidos; no lo digo subestimando tal diferendo, sino para que no se sobredimensione el mismo en nuestro debate. Esta tendencia, muy marcada en los últimos tiempos, no suele abordar profundamente las similitudes y diferencias de una relación de larga data entre negros norteamericanos y cubanos.
Segundo: Rechazo la idea de que el espacio de la cultura es insuficiente para discutir y resolver tales problemáticas; con tal presupuesto se disolvió el Proyecto Color Cubano y su pliego de demandas elaborado, durante largo tiempo en varios espacios participativos de la Isla que fueron desde varios proyectos comunitarios y culturales hasta una Comisión de Trabajo en el Comité Central del PCC. Tal idea, hija de una burocracia en mutación, es una visión reductora de la cultura que desconoce la fuerza del campo cultural como el espacio más significativo donde se dirimen las grandes batallas ideológicas, económicas y políticas de hoy. Y, a su vez,  denota una falta de reconocimiento a esta vanguardia intelectual que desde finales de los años noventa discutió con fuerza –incluso en presencia de Fidel Castro- varios temas críticos, en especial el modo en que nuevas formas del racismo se venían registrando en la sociedad cubana de aquel momento.
La necesidad más urgente de debatir este tema, no sólo en La Habana, sino en toda la Isla, será una manera de responder al creciente malestar de comunidades y personalidades negras, mestizas y blancas que no hallan cómo encauzar sus preocupaciones; igualmente, es un buen modo de reconocer las distintas maneras en que se vienen construyendo, resintiendo y dislocando las miradas políticas de recientes organizaciones ciudadanas que tratan el tema desde varios enfoques políticos y proyecciones sociales.
Ser negro en Cuba brinda la oportunidad de asumir una tremenda herencia histórica y cultural que debe replantearse todos los días, defenderla a cada hora y  reivindicarla a cada minuto, porque hay también  toda una herencia colonial y racista que ha venido acompañando, más bien dominando y vigilando la primera. No entender cómo se expresa hoy esta dualidad histórica, ni asumirla críticamente, es la primera dificultad que ha tenido el negro para ser un ciudadano pleno. Esta persona a quien la Revolución abre todas sus puertas y no se da cuenta por qué se le cierran algunas, ni llega –la mayoría de las veces- a ocupar ese lugar merecido en la sociedad, a pesar de tanto esfuerzo personal, familiar y social.
Las causas de esas razones duermen en la etapa pre-revolucionaria; pocos autores nuestros revelaron esa culpa de quienes heredaron la colonialidad del poder y del saber en nuestra sociedad: aquellos blancos cubanos productores y herederos del poder y de una ideología colonial que aún sobrevive o reaparece en determinados espacios, artífices de una hegemonía que la Revolución heredó sin autocriticarse, tal y como pedían los luchadores antirracistas Juan René Betancourt y Walterio Carbonell. Dicha autocrítica, ausente durante décadas, sigue ocultando otra culpa más reciente, de los años sesenta, que es no haber dado a los negros aquel segundo empujón emancipatorio que sí tuvieron otros sectores como las mujeres o los campesinos.
 La segunda dificultad parte de esa propia culpa: es el silencio, la falta de debate social  y también de espacios institucionales donde  describir, discutir, enjuiciar y castigar cada acto racista inconsciente o no, institucional o no, que sufre cualquier negra o negro cubanos cada tres minutos en las calles, los centros de trabajo y estudio, los medios de difusión masiva, las esquinas del barrio, las discusiones familiares y hasta en la cama. Es cierto que faltan otras muchas discusiones en la sociedad cubana, pero ninguna como esta ausencia ha deteriorado más la credibilidad del proyecto social ante una mayoría negra que hizo y hace de la Revolución su conquista, su espacio de realización y su horizonte utópico.
Nuestra tercera dificultad está en no tener instituciones sociales propias, donde los negros reconstruyan y compartan sus particulares historias, y legitimen tradiciones, como suele ocurrir, por ejemplo,  en algunas de las sociedades de origen hispano que abundan en Cuba. No creo que estas sean el modelo adecuado, pero pienso en una propuesta que mezcle la antigua Sociedad de Color y la Sociedad de Estudios Afrocubanos; la primera sólo para las llamadas personas de color y la segunda fundada por Fernando Ortíz en 1936, con un carácter más abierto, indagador y participativo, pues ambas fueron puntuales foros de preocupaciones sociales sobre los problemas raciales en Cuba. Luego, desde tales espacios, elevar esa autoestima pisoteada con frecuencia, desarrollar investigaciones, defender proyectos individuales y grupales, fomentar liderazgos, empoderar comunidades, proteger a los más vulnerables, contar con su propia revista o boletín y trabajar por sí mismas y junto al Estado en la realización plena de sus miembros.
No se trata de aislarse del conjunto de la sociedad, ni construir un ghetto para nuestras libertades cívicas, sino un lugar desde el cual refrendarlas, un foro de escucha e intercambio permanente sobre la vida cotidiana del negro en Cuba, donde tome cuerpo un objetivo social que no está definido en algún otro espacio de la sociedad civil cubana. Si dichas instituciones son necesarias o no para una sociedad como la nuestra eso lo dirá el modo en que ellas logren llenar un vacío ideológico y social que hoy erosiona y atrasa nuestra población negra, detenida entre el silencio, la falta de reconocimiento, la escasa promoción social, así como las nuevas formas de discriminación racial. Urge encontrar espacio, definición y proyección de lo que ya podría identificarse como un movimiento de lucha contra el racismo en Cuba, quizás la solución esté –más allá del propio de los negros- en hallar un espacio para una nueva organización de la sociedad civil cubana que acoja este creciente movimiento antirracista.
Llamo neo-racismo a un fenómeno que integra gestos, frases, chistes, críticas y comentarios devaluadores de la condición racial (negra) de personas, grupos, proyectos, obras o instituciones. No se trata de simples gestos u opiniones personales marcadas por el prejuicio racial, sino de conductas que ejercen tal prejuicio sin miramientos y se producen hoy en espacios públicos institucionales o no –incluyendo los medios de difusión y la publicidad- que resultan lesivas y humillantes para aquellos a quienes se dirige, aunque algunos les aceptan acrítica o irremediablemente. Se suman a esto ciertas prohibiciones burocráticas, limitaciones administrativas y exigencias policiales que, injustificadamente, colocan a las personas negras en desagradables situaciones por su evidente o velado matiz racista; dichas situaciones  aunque no siempre resulten denunciadas, publicadas o criticadas por aquel que las sufre, forman parte de un creciente y cotidiano anecdotario que suele atravesar todas las generaciones, profesiones y sexos de estas personas, generalmente de tez muy oscura, haciendo un énfasis mayor entre los jóvenes, pero también entre mujeres y ancianos.
Dichas manifestaciones neo-racistas vienen expresándose, desde mediados de los años ochenta, con cierta impunidad a través de chistes, comentarios, declaraciones e  imágenes publicitarias; pero también de modo muy sutil en la presencia excesiva de personas negras  en barrios marginales, en cárceles, en trabajos manuales y mal renumerados y otro “oficios” de dudosa reputación social, contrastando con la escandalosa ausencias de personas negras en importantes sectores de la sociedad, que van desde los medios masivos, pasando por los esplendorosos espacios turísticos y del mercado en divisas hasta las altas esferas del Estado. No se trata de un fenómeno que irrumpe con la crisis económica y la caída del campo socialista; creo que el neo-racismo adquiere en los años noventa una velocidad, visibilidad y mutaciones muy significativas, pero germinó en etapas anteriores al llamado Periodo Especial.
Y ¿quiénes son los nuevos racistas? Suelen ser personas blancas, pero también mestizos –y en menor medida, negros- que asumen posiciones ideológicas y culturales marcadas por un núcleo eurocéntrico, prepotente y prejuicioso, privilegiado social o económicamente por algún tipo de poder o legitimaciones simbólicas del mismo. Una buena parte de las reacciones de muchos negros con respecto a los actos racistas que se ejercen contra ellos, suelen señalarse como racismo al revés que pueden llegar, en situaciones extremas, a respuestas violentas; sin embargo, esa compleja respuesta reactiva es otro fenómeno cuyo análisis valdría la pena hacer en otro texto donde se explique la incapacidad de ser racista sin una relación de poder, carencia característica de esa masa negra que suele discriminarse. Por supuesto, las excepciones de esta regla pueden explicarse a través de dicha relación de poder.
Estas nuevas formas de racismo deben ser descritas, corroboradas y evaluadas desde enfoques y metodologías diversas que nos permitan re-conocerlas. El rechazo a la teoría como instrumento necesario en las prácticas políticas de los movimientos negros es una cuarta dificultad, pues su ausencia nos incapacita para responder con eficiencia y profundidad ante los grandes retos históricos, políticos y conceptuales que aparecen en el camino de nuestra lucha cada día. Una buena parte de la teoría que se ha ocupado de profundizar en la epistemología, estructuras y categorías históricas, antropológicas, sociológicas y políticas de y sobre el sujeto negro, se han venido generando en los sucesivos enfoques aportados por los indistintamente llamados estudios de raza, negros, africanos, culturales, postcoloniales, subalternos y decoloniales. Asumir estos y otros abordajes permitirá contrarrestar la escasez, ausencia, desactualización y/o rechazo a la teoría que suele abundar, incluso, entre académicos de la isla. Concientizar esta necesidad permitirá avanzar, más adelante, hacia los imprescindibles enfoques trans e interdisciplinarios que estas problemáticas demandan. Lamentablemente, hoy se pretende paliar la colonización del pensamiento con cierto academicismo de moda que, más que acompañarnos, secuestra y entorpece la mirada antirracista, atiborrándola de metodologías asépticas, incansables debates terminológicos y enfoques desconectados de los sujetos, las realidades y los conflictos sociales.
Tendencias como las afro-reparaciones, por ejemplo, son muy difíciles de instrumentar en un contexto que niega o desconoce el horrible daño que nuestros antepasados sufrieron desde su salida de África y nos fueron legando en el curso de la Colonia y la República. Ese daño no ha desaparecido aun, hay secuelas muy contemporáneas silenciadas entre la impunidad, el silencio y la irresponsabilidad actuales. Tal vez, por dicha razón, es usual encontrar ciertas “restauraciones” historicistas en el campo de la Academia y del Turismo, para sólo poner dos ejemplos, que reproducen una mirada colonial en la Cuba de hoy y siguen desvirtuando la presencia, las contribuciones  y hasta el rol de muchas personalidades negras, en el patrimonio nacional y en la herencia política que configura nuestro actual discurso revolucionario.
Es menester reivindicar una historia y un pensamiento propios de alta elaboración, que no es usual encontrar en las bibliografías sobre el tema, pero que existe, y es un formidable instrumento de lucha. Si contamos con ese legado de nuestros mejores pensadores, teorías y conceptualizaciones históricas y contemporáneas, debemos hacer un esfuerzo para sistematizarlas y discutirlas, insertadas en los debates científicos y políticos actuales, activando así las condiciones propositivas de este conocimiento.  Finalmente, junto a la necesidad de indagar en la historia propia, es necesario defender el activismo social y político que algunos académicos y científicos sociales ejercen, estimulando que acerquen teorías y conceptos al terreno de los debates y propuestas del movimiento antirracista.
También debo señalar autocríticamente -y es la quinta dificultad- que ha faltado la necesaria conciencia racial para exigir nuestros derechos y cumplir nuestros deberes. La conciencia racial ha sido un importante componente de la conciencia social de un país mezclado a la fuerza –no olvidarlo- y es la raíz que dignifica un color de la piel, una religión o una cultura que fue y –a ratos- sigue siendo devaluada, aunque el mercado cínicamente juegue a una hipócrita aceptación de sus códigos. El origen étnico o la nacionalidad de muchos padres o abuelos alcanza hoy un matiz tan pragmático que cuando se habla de conciencia racial hay un oportunista rechazo a su significado político; olvidando, entonces, a José Antonio Aponte, Antonio Maceo, Juan Gualberto Gómez, Quintín Banderas, Jesús Menéndez, Nicolás Guillen y Walterio Carbonell, pero también a Benkos Biohó, Zumbí, Patricio Lumumba, Malcom X o Nelson Mandela.  
Cuando hablo de comunidades negras, aclaro, no me refiero a una comunidad pura y exclusivamente de sujetos negros; sino de negros, mestizos y también blancos -pobres o no, marginados o no- que comparten por elección o sin ella, el destino de una cultura, una herencia y un espacio de mayoría negra; este es un concepto operativo e inclusivo que en este documento prefiero utilizar para marcar los espacios y grupos sociales donde el elemento cuantitativo dominante son los negros y sus preocupaciones actuales. En tales comunidades, en términos cualitativamente crecientes, se vienen generando y sistematizando opiniones, preocupaciones, análisis y propuestas sobre las problemáticas raciales que viven los sujetos que actualmente comparten dichos espacios. Allí se intercambian, en el plano cotidiano y en el plano institucional, evidencias de las diferencias y los conflictos raciales  en el ámbito de lo familiar, lo laboral, lo religioso, lo barrial y otras redes culturales y políticas, formales e informales, que conectan dichas comunidades con otras y con la sociedad toda.
En este mundo globalizado desde hace medio milenio, los negros somos un sujeto transnacional que compartimos historias, dolores, culturas y sueños semejantes en cualquier esquina del mundo. De manera que, a mi juicio, y más allá del criterio de Du Bois sobre la doble conciencia del negro, creo que compartimos una conciencia triple: la racial, por supuesto; la conciencia de la nación a la cual pertenecemos, pero también  una conciencia transnacional que ha estado emergiendo en las últimas décadas como conciencia de lucha, una conciencia descolonizadora, compartida con los otros condenados de la tierra, como nos enseñó Franz Fanon, para alcanzar un presente de vindicación y de igualdad.
 Y esa triple conciencia nace en similares realidades marginadas de comunidades enteras que comparan sus necesidades materiales, políticas y espirituales como sujetos  herederos del dolor ancestral de aquel afrodescendiente esclavizado o colonizado y entre quienes esta no es una conciencia de gabinete, lista para conmemoraciones y manipulaciones políticas; sino una conciencia crítica, autocrítica, creadora, pedagógica en el sentido más diverso y no en el sentido de ilustración; una conciencia luchando por un espacio en el que quepa la crítica a los gobiernos, a las instituciones, a los medios masivos, al conservadurismo, al individualismo feroz, a los racismos y discriminaciones de todo tipo y que nos permita crear espacios de opinión y de demandas, de empoderamiento y de dignificación, de modelos culturales y de acciones afirmativas.
Hay una sexta dificultad que constituye otro espacio falto de autocrítica: Es el daño que causa, al interior del propio grupo de personas que luchan contra el racismo, las visiones machistas; esa visión estrecha de la masculinidad, demasiado tradicional y conservadora, que regatea el lugar conquistado por la mujer, subvalorando desde su presencia hasta su imprescindible aporte político y organizativo, así como su capacidad de negociación. Particularmente en el caso de la mujer negra se subestiman sus históricas tácticas de sobrevivencia, resistencia y formas del diálogo. Es una muy especial alianza estratégica la que corresponde a hombres y mujeres negros; igualmente es importante reconocer en los homosexuales negros –gays y lesbianas- una potente fuerza antidiscriminatoria que debemos aprender a comprender y acompañar. Este machismo constituye una repudiable práctica que reproduce, al interior de la familia y las comunidades negras, la dominación colonial, además de deteriorar la unidad, la autoestima, la memoria y la futuridad de proyectos colectivos en el orden cultural, social y político.
La pobreza de las comunidades negras suele ser una de las expresiones más contundentes de  la asimetría estructural que caracterizan las sociedades caribeñas y latinoamericanas, donde la pobreza y otras desigualdades también tienen color. En nuestros barrios pobres o marginales, la mayoría sigue siendo negra y mestiza. Este es un mundo que apenas conoce la acumulación de capitales y mucho menos la disposición de estos a circular entre personas, organizaciones, proyectos o comunidades negras. No existe patrimonio material heredado ni capacidad económica autónoma y tampoco es fácil encontrar fondos, préstamos, becas, ayudas, patrocinios u otros modos de financiamiento no estatal, especialmente en este momento de la economía cubana en que el mercado laboral se reajusta y amplia en el sector privado. Entonces, apuntemos la escasez de recursos, iniciativas, planificación y entrenamiento en la búsqueda de fondos como la séptima dificultad del movimiento antirracista; teniendo en cuenta que esta lucha es vista muchas veces como agresiva y/o como innecesaria, los fondos posibles tienden a rebajar el filo crítico de nuestra lucha, inducidos por los intereses más “humanitarios”, “universales” o filantrópicos del escaso capital que suele encontrarse para potenciar las comunidades, movilizar ideas y desarrollar proyectos propios.
En el siglo XX resultó muy difícil que la imagen del negro en el cine y la televisión fuera descolonizada y vindicados sus más altos valores –más allá de la música, la danza y la esclavitud. Los imaginarios populares expandidos por la televisión reafirman la condición subalterna del sujeto y las culturas negras. Aun en Cuba y otros países de nuestra región donde es significativo el por ciento de población negra, los paradigmas suelen estar más cerca del modelo eurocéntrico, llegando incluso a revelarse singulares casos de readaptación de esos modelos eurocentristas a los códigos locales. Por esta razón el acceso de nuestras ideas, figuras y culturas al espacio mediático es la octava dificultad en esta lucha antirracista; pues ese espacio legitima, reproduce y actualiza una sutil estrategia colonial, asistida de los últimos recursos de las ciencias de la comunicación, las artes del espectáculo y los presupuestos ideológicos del pensamiento económico neoliberal.
 Por otra parte la fuerza de la prensa escrita,  la radio –en especial las de corte comunitario- y los sitios web, blogs y publicaciones digitales ponen otras fuerzas en juego en la producción e intercambio informativos, por la velocidad que imprimen a las noticias, a las discusiones y al modo en que articulan comunidades alejadas geográficas y conceptualmente con intereses comunes y desde enfoques diversos. La presencia de modelos, historias, representatividad, proyectos e intereses de las comunidades negras en pantallas de cine, TV y video alcanzan una enorme refracción en los imaginarios y proyecciones futuras de quienes les observan, ejerciendo un gran impacto sobre el receptor negro que, al identificarse con tales imágenes, las convierte en proyecciones utópicas con potencialidades de aprendizaje y transformación de dicho sujeto y su entorno.
 La novena dificultad es el desamparo legal e institucional en que viven nuestras comunidades: se necesita, pues, establecer, claramente, las bases legales de la lucha contra el racismo; es decir, la libertad de quejarse y demandar contra un acto racista ante una institución al efecto, la necesidad de leyes adecuadas, la tranquilidad de que no queden impunes los actos racistas, la discusión pública que inhibe y educa, y que fortalece la dignidad de todos. Es también otra propuesta con mucha resistencia, pero los ejemplos de Brasil, Sudáfrica, Colombia y otras acciones legales pequeñas, pero decisivas, hacen pensar que algo se logra con tales vindicaciones ciudadanas.
Es un lugar común referirse a la educación como uno de los ámbitos más importantes para establecer los puntos de partida actuales y futuros en la lucha contra la discriminación racial, toda vez que este sentido común parte de un reconocimiento del saber, la escuela, la historia y los maestros como los principales elementos para la formación de valores. Sin embargo, a la hora de introducir y sistematizar datos significativos que les permita a los niños y adolescentes reconocerse en una historia común, no se insiste suficientemente en las particulares historias raciales y étnicas que también nos configuran. Pero lo cierto es que el modelo de ilustración de la Modernidad ha capitalizado la educación en nuestros países caribeños y latinoamericanos, convirtiéndole en mera acumulación de datos que cuesta mucho articular orgánicamente a las diversas culturas y a las cambiantes realidades de hoy.
Esta situación se convierte en la décima dificultad de nuestra lucha; cargamos con un modelo educacional entrampado por políticas demasiado pragmáticas y exclusivistas que no tienen en cuenta propuestas de trasformación como la educación popular, la etnoeducación, la enseñanza de lenguas autóctonas, la inserción de las historias de África y de la diáspora negra, etc.; sin hablar de algunas acciones afirmativas que se han logrado en algunos países en el campo de la educación; incluso en la educación superior, nivel más difícil por la concentración de muchos intereses de la economía neoliberal. Las políticas educacionales deben ser más receptivas de estas necesidades culturales y políticas  y reivindicar saberes ancestrales y nuevos saberes, juntar visiones patrimoniales y visiones renovadoras, así como transformar no sólo el currículo, sino también a los educadores y al entorno cultural y político que siempre, aunque falte conciencia, rodean a las escuelas.
¿Cómo lograr estas acciones? En primer lugar alejándonos de las trampas retóricas y de la solidaridad virtual, así como de los cerrados espacios académicos en que siempre nos encontramos cuarenta y cuatro personas repitiéndonos los mismos argumentos, sin establecer contactos reales con la Realidad y su redundante miseria. Es la undécima dificultad ante la cual no hay estrategia posible, porque es un tramposo juego de palabras. Y no vale la pena un solo congreso o reunión más sobre el tema si no comprometemos nuestra ética intelectual y política acercándonos a esas zonas oscuras donde el dolor no se apaga: allí existen otras leyes, otros discursos generalmente incómodos e inseguros, pero quizás también desesperados y desorganizados, entre los cuales están naciendo nuevas formas de crítica y de lucha que hasta hoy nos hemos negado a reconocer, financiar o involucrarnos desde un activismo menos verbal y más riesgoso.
Solo el terror a la verdad, el conservadurismo más egoísta, la pose academicista, la conmiseración de clase media o la falta de voluntad política podrán impedir que comencemos a cambiar el escenario de nuestros eventos y los argumentos de nuestras tesis de laboratorio. Obviar dichas dificultades nos hace sentir desvergonzadamente cómodos detrás de estos textos, convertidos en boletos de avión, buffets de ocasión y –peor aun- en un nuevo mercado donde seguimos vendiendo a nuestros hermanos como esclavos de la desesperanza. Entonces, ¿no estaremos reconstruyendo, aquí y ahora, otro mercado de Zanzíbar? Enfrentar esta pregunta es pensar en la necesidad de articular viejas y nuevas agendas de acciones comunes, inclusivas, transversales y transnacionales; la ausencia, escasez o fragmentación de tales agendas es, a  mi juicio, la decimosegunda dificultad.
La existencia de agendas internacionales sobre los temas raciales desde 1998, hasta dedicar en el 2011 un Año Internacional a los Afrodescendientes, habla de diversos espacios internacionales de consenso político que compulsa a los gobiernos nacionales a sistematizar este tema entre sus principales objetivos, pero –a mi juicio- son los debates nacionales, con los gobiernos o sin ellos, donde más aportes se han generado –al menos en nuestra región- a la visibilidad y organización de nuestra lucha. Nace un nuevo activismo social y político que ha desatado, también aquí en Cuba, la conciencia y capacidad organizativa de líderes y organizaciones comunitarias, femeninas, fraternales, religiosas y culturales que vienen trabajando estos asuntos con mucha responsabilidad. Allí donde han existido líderes, comunidades y organizaciones con capacidad aglutinadora, negociadora y propositiva se han logrado pasos importantes convertidos después en leyes, apoyos y otras importantes vindicaciones ciudadanas y políticas como exhiben Brasil, Colombia, Uruguay, Venezuela y Ecuador.
En Cuba, donde ha crecido y se ha diversificado el debate interno, no tenemos una mirada homogénea sobre las problemáticas raciales, la presencia, cuantía y calidades del racismo y sus posibles soluciones. Fuera de Cuba, las aproximaciones a estas realidades  dentro de la isla, tampoco lo son; mucho menos cuando se intentan aplicar  fórceps conceptuales y políticos a nuestras problemáticas raciales  que ignoran o subestiman la historia, el contexto actual y el debate interno. Pero ello no constituyen dificultades para enfrentar y enriquecer el debate, sino posibilidades que deben abrirse al intercambio dentro de Cuba y también fuera, donde  lo importante serán las ideas que se crucen y discutan, intercambiando conceptos y propuestas que ofrezcan mayor visibilidad, conciencia y soluciones a una problemática que es la vez nacional y transnacional, como ya he apuntado.
 Falta al interior de Cuba un foro que nos permita abrir y sistematizar más de un espacio de discusión científico, intelectual, político y/o comunitarios, cuyos objetivos sean esclarecer, educar, proponer y resolver tales conflictos en cada uno de estos niveles y hacia la sociedad toda. Se trata de pensar de una buena vez a la Nación, desde un proyecto más inclusivo y emancipatorio y no desde las reducciones, exclusiones y aplazamientos que  los ciudadanos negros –parte imprescindible de esta nación- han tenido que sufrir y esperar históricamente. La Revolución, sus instituciones políticas y sociales, la sociedad civil cubana y cada uno de nuestros ciudadanos tenemos  hoy ese gran reto y esa gran oportunidad. Sobran razones que nos exigen, aquí y ahora,  conciencia, propuestas y modos de transformación de esta opresión ciudadana en modelos de plenitud y dignificación de cada persona dentro y fuera de Cuba.
Más allá de la resistencia e intermitencias con que personas, organizaciones civiles y estatales cubanas  nos hemos ido incorporando a la dinámica de estas agendas, foros, acuerdos y debates  regionales e internacionales en el Caribe y la América Latina, todavía somos inconscientes de que muchos líderes, comunidades, organizaciones y países de la región esperan de los aportes cubanos a esta batalla. Urge abrir el debate cubano en nuestros principales organismos e instituciones, así como a la mayor cantidad posible de espacios –dentro y fuera de Cuba-, aumentando la calidad, participación y responsabilidad en tales discusiones y propuestas de trabajo.
A pesar de la escasa información sobre la lucha contra el racismo en el continente, es evidente que esta aporta una dinámica singular a los movimientos sociales de la región y a la renovación del proyecto socialista cubano, en términos más particulares. Y aunque evaluemos a los movimientos negros regionales como  organizaciones y foros aun llenos de aspiraciones, fragmentaciones y metas por cumplir, esta lucha continental nos ha legado importantes experiencias, contribuciones y victorias políticas que podemos compartir, intercambiar y legitimar en un frente transnacional contra lo que aquí he denominado neo- racismo, cuyas mutaciones no logran ocultar ni su cuerpo colonial ni su discurso imperial ante una Revolución que, entre ganancias y errores, sigue apostando por un sujeto emancipador que construya y dignifique todas las ciudadanías del presente y el futuro de la Nación.

Callejón de Hamell, Centro Habana.   En Junio y 2011.
Roberto Zurbano. Ensayista y Crítico Cultural


martes, 21 de junio de 2011

Dominación, Injusticia y Nación
(La Teoría Político-Moral del Reconocimiento Social)
Primero se llevaron a los negros
pero a mi no me importó
porque yo no lo era
Enseguida se llevaron a los judíos
pero a mi no me importó
porque yo tampoco lo era
Después detuvieron a los curas
pero como yo no era religioso ,
tampoco me importó
Después detuvieron a los curas .
pero como yo no era religioso,
tampoco me importó
Luego apresaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista
tampoco me importó
Ahora me llevan a mi
pero ya es demasiado tarde.


El ser humano es un ser social y por tanto se encuentra sumergido en un sinnúmero de relaciones vinculantes que inciden en su individualidad. En sociología se estudia mayormente la contradicción que se produce en el espacio social entre las posiciones que asumen los individuos y las actitudes que asume el conjunto social (sociedad). Esta natural contradicción individuo-sociedad, se va resolviendo en un proceso de interacción dialéctica de acción-reacción-síntesis o de unidad de los contrarios en el proceso de engendrar la síntesis..
Sin embargo, esto que describimos arriba, suele suceder en sociedades incluyentes, tolerantes, inter-culturales, democráticas, donde como norma, se produce un amplio reconocimiento social de todos sus integrantes, y en las cuales el poder económico y político, no está exclusivamente controlado por una élite totalitaria, autocrática, semitotalitaria, autoritaria,de hegemonia religiosa, supremacía racial  o control político sectario.
Nos interesa en este trabajo entrar a analizar el reconocimiento social como fenómeno político y social cuya plena existencia o inexistencia, dentro de una  sociedad particular, determina el rumbo, progreso, retroceso, legitimidad pacífica o inestabilidad permanente de cualquier país y aquí en particular nos referimos a Cuba.
La humillación sistemática a un grupo social determinado dentro de la  sociedad es la negación sistemática del reconocimiento social e individual de las personas pertenecientes a ese sector de la sociedad.
Para el filósofo Axel Honnett (discípulo del gran filósofo alemán Jurgen Habermas) el ser humano despreciado (humillado) y sin reconocimiento social, pierde su integridad, sus derechos, su autonomía personal y su autonomía moral.
Honnett señala que la humillación, la desposesión de derechos, el desprecio y la exclusión social, no sólo producen una radical limitación de la autonomía personal sino que provoca un sentimiento de no ser un sujeto moralmente igual a otros  y además válido, ya que no se le reconoce (como a una persona igual a las otras) la capacidad d formar juicios morales.[1]
La injusticia que crea  la marginación , la exclusión social, y la falta de discurso propio, son propiciadas por las élites de poder, quienes son también los creadores de la “invisibilidad’ social  que sufren esos grupos desposeídos. Estas élites parecen tener un tipo de “amnesia del otro” al tiempo que actúan como si los demás hombres fueran simplemente objetos para ser utilizados a favor de sus intereses elitistas.
En cuanto al “otro”, diferente en color de piel, raza, etnia, clase, se hacen patentes las políticas hegemónicas y de dominación de las élites, y así vemos, como la falta de reconocimiento social, crea en las víctimas la falta de integridad y dignidad del Humana, la privación fundamental y permanente de derechos, de autonomía moral y de autoestima.
Según Nancy Fraser[2], La experiencia de la injusticia se realiza dentro de instituciones y por consiguiente nos encontramos en una relación social que es la que nos delimita. No es algo psicológico sino que afecta a nuestro status y es aquí donde se nos reconoce o donde se nos niega el reconocimiento.
Según Honnett, en la medida en que la experiencia del reconocimiento social es una condición de la que depende el desarrollo de la identidad personal en su conjunto, la ausencia de dicho reconocimiento se acompaña necesariamente del sentimiento de estar amenazado de perder su personalidad[3]
El reconocimiento social y la negación de reconocimiento son también parte de la moralidad y  de la ética social, pues se trata de la validez moral de las acciones que los ciudadanos del país realizan cada dia,(forma de moralidad social) o dicen valorar como ideología o percepciones  importantes.
No hay dudas que aquellos que no son reconocidos socialmente (en el caso cubano los afrodescendientes), para lograr el pleno reconocimiento social , la plena dignidad humana y recuperar el espacio público que se les niega, tienen que hacerlo en lucha constante contra la élite y sus fuerzas de dominación, porque como decía Daniel Bensaid en Le Retour de la question sociale, “la dignidad de una pertenencia se construye principalmente en la lucha”
Margalit en su libro “La Sociedad Decente” decía que una sociedad puede llamarse decente cuando sus instituciones no humillan a las personas. Humillación significa, en última instancia, degradación, desprecio, no reconocimiento es el diagnóstico de nuestros tiempos, sus topos y su u-topos, es el reconocimiento, reconocimiento de la dignidad del hombre cuya invisibilidad debería prescribir y garantizar cada Constitución de un estado democrático.[4]
El no reconocimiento social, al igual que el racismo, se compone de victimarios y de sus víctimas. Los victimarios se afincan en la fuerza del poder (militar, de seguridad, policial, judicial, del control del discurso social, la educación, los libros de texto, la prensa plana, la radio, la televisión). Es un poder absoluto que se basa en una ideología de desigualdad y de  supremacía racial.
El no reconocimiento social del “otro/los otros”, no se produce porque el sistema hegemónico les obliga directa y subliminalmente a sentirse “agradecidos” de aquellas cosas a las que tienen acceso; la salud pública y las escuelas. Estad dos cuestiones, a la que tienen acceso todos los ciudadanos cubanos, son vistas como “grandes regalos” que la élite le ha dado a los afrodescendientes.
Este rasero desigual, en el cual lo que te “den”, aunque sea lo mismo para todos, contigo se mide y tiene una lectura diferente, pues no tienes derecho a ganarte o a conseguirte nada por tu propio esfuerzo, por eso tienes que agradecerlo de por vida (al gobierno de la élite) por tanto, cualquier otro reclamo de los afrodescendientes, como el del reconocimiento social verdadero y el fin de la invisibilidad, constituyen (para la élite) demandas ilegítimas, provocadoras y anti-sistema.
La invisibilidad se refleja en la ausencia de los marginados de piel oscura en los centros de poder económico, político, cultural, militar, educacional, gubernamental, en los medios de comunicación de masas, en las esferas de mayores posibilidades presentes y futuras, y sobre todo en el lenguaje dominante, siempre hiriente y peyorativo, en los chistes degradantes, en el perfil racial de la delincuencia creado por la élite. En el desprecio a la cultura y a la religión de los marginados y socialmente excluidos.
Las experiencias de injusticias sufridas por los afrodescendientes bajo el paradigma del “agradecimiento” o del supuesto de que tienen que estarle agradecidos a la “revolución” se viene resquebrajando hace ya muchos años y todos ellos se vienen aproximando a producir cambios radicales y soluciones a su condición humana y social y en la persistencia de lograr su verdadero reconocimiento social. Y ahora se preguntan  ¿a qué deben realmente  estar agradecidos? Si nunca ha habido, en más de 52 años, una sola política, una sola ley que fuera dirigida exclusivamente hacia el logro del mejoramiento integral de su grupo social racializado.

ivancesarmartinez


[1] A. Honnett. La lucha por el Reconocimiento, Barcelona 1997
[2] N. Fraser . Heterosexismo, Falta de Reconocimiento y Capitalismo
[3] A. Honnett. Ibid
[4] A. Margalit. The Decent Society. Cambridge, Mass. 1996

viernes, 17 de junio de 2011

ABOMINABLE ANUNCIO PAGADO

Todos estamos acostumbrados a ver por televisión interesantes anuncios pagados en donde se nos dice que tal o más cual producto es mucho mejor que otros del mismo tipo que existen en el mercado. Los anunciantes se esfuerzan por convencernos que producto contiene beneficios únicos , capaces de dar soluciones benefactoras como nunca antes se había logrado. Se esmeran en explicaciones  con múltiples detalles, y utilizando expertos certificados en la materia en cuestión o personas conocidas que nos hablan de las bondades de su uso y sus maravillosos resultados, los anunciantes nos revelan las nuevas y revolucionarias técnicas que han empleado, las que califican como el último grito de la ciencia en esa específica materia.
Ahora resulta , que el gobierno cubano, siguiendo estas técnicas publicitarias, utilizó a tres “oscuros” funcionario de Naciones Unidas para servirle de agentes propagandísticos, estos funcionarios internacionales, Rolando García, representante auxiliar del Fondo de Población de la ONU ,  Juan José Ortíz, representante en Cuba del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia  y Bárbara Pesce coordinadora en Cuba del Sistema de Naciones Unidas, asistieron a un evento  celebrado La Habana denominado “Cuba y los pueblos afrodesciendientes en América”.
Lo que no se sabe es sobre que base científica y de información no comprometida llegaron a la conclusión siguiente: (1) Que los logros de Cuba en materia de relaciones raciales constituyen un ejemplo para el mundo y actualmente marcha a la cabeza en América Latina en igualdad de oportunidades a sus ciudadanos y que estos avances – según García—se correspondían con las políticas de participación ciudadana e incluyentes. Promovidas por la dirección de la nación avocada ahora en consolidar ese propósito.
García en una aparente contradicción en su mensaje propagandístico recordó que “hacía 60 años que se había promulgado la Declaración de Derechos Humanos , un documento que llama a respetar la libertad y la dignidad de los hombres” . Luego abundaré por qué cometió un desliz publicitario al decir esto.
García quien parecía muy entusiasmado en su acto de presentación publicitario, agregó que Cuba había resuelto los principales problemas de discriminación (sin decir cuáles) y había logrado incorporar en gran medida a los afrodescendientes a la sociedad.
Por su parte, Juan José Ortíz dijo que “ de los miles de niños afrodescendientes en la región afectados por la pobreza y todos sus efectos secundarios, ninguno es cubano, gracias a la voluntad política del gobierno”. Pero luego su actividad propagandística se hizo más patente aún al decir que “Cuba y Noruega son los países con más baja mortalidad infantil en el mundo”.
Bárbara Pesce tenía en su guión propagandístico decir que “Cuba era un ejemplo de lucha en materia de discriminación racial”.
En realidad, dándole el beneficio de la duda a las palabras de Bárbara Pesce sobre el ejemplo racial cubano, los cerca de 200 millones autodeclarados   afrodescendientes, que viven en América Latina, deben padecer  condiciones económicas, políticas, sociales, de libertad, igualdad y equidad extremadamente infrahumanas, que llamarían a una condena internacional contra los gobiernos latinoamericanos.
Evidentemente estos funcionarios internacionales no son testigos directos , ni tampoco los interesa en lo absoluto, del acoso permanente que reciben los cubanos afrodescendientes, contra quienes la policía y los cuerpos de seguridad cubanos tienen bajo un régimen especial de represión, al tenerlos esquematizados y circulados por su perfil racial.
De acuerdo a este perfil racial de los cuerpos represivos , los afrodescendientes son posibles promotores de actividades delictivas y por ello constantemente son parados en las calles para pedirles su Carnet de Identidad, interrogarles sobre a dónde van, de dónde vienen, qué hacen en el lugar dónde se encuentran, etc.
Parece también que estos funcionarios internacionales, no saben ni les interesa saber sobre la composición de las cárceles cubanas, repletas fundamentalmente de jóvenes afrodescendientes, quiénes han sido encarcelados, en su gran mayoría por delitos menores que en otros países solamente corresponderían a sanciones de multa o cumplimiento de trabajo social.
Estos funcionarios internacionales no estuvieron interesados en saber por qué, tres jóvenes afrocubanos o afrodescendientes, fueron ejecutados por fusilamiento, en juicio sumarísimo , sin que se tuvieran en cuenta los normales procedimientos legales, es decir debido juicio, sin analizarse las edades de los implicados, simplemente porque estos jóvenes intentaban apoderarse de una embarcación para tratar de llegar a la Florida para pedir asilo, cosa esta que ha sucedido en Cuba en las últimas cinco décadas de forma casi permanente.
Parece ser que los susodichos funcionarios internacionales no se interesaron en conocer el contenido y la aplicación y contra quiénes normalmente se ejecuta la Ley de Peligrosidad, aplicada contra los ciudadanos cubanos que el gobierno estima que pudieran cometer algún día un delito y son encarcelados hasta por 4 años sin que hubieran cometido delito alguno. Esta ley anti-humana, anti-derecho internacional, se aplica fundamentalmente contra jóvenes afrodescendientes y contra disidentes de cualquier color de piel.
Estos funcionarios a los que considero irresponsables, ilegítimos y venales, tampoco analizaron la existencia y vigencia represiva de los cuerpos para-militares y anti-legales denominados Brigadas de Respuesta Rápida que atemorizan, reprimen y hostigan física y mentalmente a todas aquellas personas que el gobierno califica como disidentes (gran número de los disidentes cubanos son afrodescendientes).
Mucho menos se interesaron en conocer estos individuos, escondidos  bajo el prestigio de la ONU, la inmensa desigualdad porcentual de afrodescendientes viviendo en barrios marginales de extrema pobreza o residiendo en villas miserias abarrotadas de personas en el centro de las ciudades y otros barrios aledaños a los que en Cuba se les llama solares. Estas personas, en su mayoría afrodescendientes, viven en condiciones infrahumanas.
Estos señores, al parecer insensibles y dados a recibir prebendas y favores, debido a sus ligerísimas y altisonantes declaraciones, jamás tampoco investigaron sobre el porcentaje nacional de los cubanos de piel oscura dentro de las estructuras de poder en Cuba, un país en donde los Ministerios, las empresas económicas nacionales, las corporaciones verticales como Gaviota,Cimex , etc., las dedicadas a las empresas mixtas de capital extranjero-cubano y las relativas al turismo, están prácticamente bloqueadas para que los afrodescendientes ocupen posiciones ejecutivas y de media y alta responsabilidad.
Son estos lugares precisamente, los que producen para sus dirigentes, funcionarios y trabajadores, el mejor nivel de ingresos dentro del país y la posibilidad de acceder a un mayor nivel de vida y posibilidades socio-económicas para las familias cubanas.
Estos funcionarios fueron incapaces de comprobar la enorme disparidad social, económica y de poder político y cultural, existente entre los cubanos de la élite (en su inmensa mayoría de la “raza” blanca),  los cubanos funcionarios de “raza” blanca y la enorme población de blancos pobres y sobre todo de afrodescendientes , estos últimos estimados,  de acuerdo a los llamados Censos de Población en Cuba  en un 40 por ciento de la población.
Estos tres funcionarios de ONU, al parecer tenían su propia agenda. Cuba para ellos era un lugar de paseo productivo, un lugar de veraneo exótico, para tomar “Daiquirí”, “Mojito”, ron cubano, bailar salsa y tratar de realizar conquistas fáciles con “jineteras” y “jineteros” habaneros(1), hablar cuatro boberías en el evento que cumplieran con las expectativas publicitarias, y del gobierno, y sobre todo llevar a cabo el sensacional anuncio pagado.
Resulta que al mismo seminario en el que participaron los funcionarios de ONU “Cuba y los pueblos afrodescendientes en América” asistió también, el joven intelectual afrodescendiente, Roberto Zurbano, ensayista quien trabaja en la Casa de las Américas.
Zurbano expresó allí importantes aspectos de la realidad racial cubana, muy diferentes a las que los publicistas del gobierno cubano, vestidos de funcionarios internacionales, trataron de venderle al mundo.
La población negra está detenida entre el silencio y la falta de reconocimiento, la escasa promoción social y las nuevas formas de discriminación racial dijo Zurbano. Un planteamiento nada idílico como el que nos planteaban los anunciantes pagados de ONU.
En otra parte el intelectual negro decía que la discusión del tema racial en Cuba había sido muy pobre en términos cuantitativos y propositivos y que no existían experiencias mediáticas, pedagógicas , colectivas o comunitarias que permitieran sistematizar el problema.
Lo que planteó aquí Zurbano está muy lejos del gran ejemplo cubano de que hablaban los tres funcionarios internacionales. Zurbano habló también de la falta de espacios institucionales donde se pudiera discutir el tema racial o donde se pudiera enjuiciar cada acto racista, fuera este consciente o no, institucional o no, que estaba sufriendo el negro cubano.
Un aspecto muy interesante de su intervención lo fue también cuando llamó al debate nacional entre cubanos cuando dijo que habían faltado políticas y políticos metidos de lleno en esta discusión ya fuera desde la conciencia racial o de la conciencia de cubanos para darle solución al tema racial.
Toda la presentación del joven intelectual cubano, de arriba abajo, de principio a fin constituyó una cachetada intelectual, política, ideológica y verdaderamente nacionalista y cubana, en contra de funcionarios , aparentemente comprometidos , por cualquier razón, con la élite racista cubana.
Ojalá, la vida me ofreciera la oportunidad de debatir públicamente con estos tres individuos, sobre el racismo en Cuba, para demostrarles el gran daño humano que sus actitudes, en el desempeño de sus cargos, crean en las víctimas de aquellos  gobiernos e ideologías que irresponsablemente defienden al ser los guiones que le dan sus patrocinadores.
Con sus informes o sus abominables anuncios pagados, le ofrecen un valioso pretexto a los gobiernos anti-nacionales y racistas a perpetuar sus políticas de dominación y división. Con esta publicidad, el gobierno cubano puede gritarle al mundo que sus políticas raciales son las mejores del mundo y están avaladas por las Naciones Unidas, aunque los tres funcionarios, el gobierno cubano y los cubanos blancos y negros de Cuba, sepamos todos, que es una abominable mentira.